El 12 de Mayo de 1821, desde Asunción y por primera vez José Gaspar Rodríguez de Francia anunciaba al comandante del Fuerte Borbón Bernardo Velázquez sobre el ingreso de José Gervasio Artigas Arnal al país, Luego de 7 meses de silencio y solamente algunas ordenes respecto a la asistencia para enviarlo a San Isidro del Curuguaty a fines de 1820, Francia en esta correspondencia narraba en detalles como sucedieron los hechos.
Muchas personas en estos 200 años nos han relatado estos hechos, a veces omitiendo algunos detalles, por eso creímos necesario compartir con ustedes al conmemorarse la misma darles a conocer las copias de las originales acompañadas de una breve transcripción duplicada de la colección Dr. José Gaspar Rodriguez de Francia volumén 3, 1817-1824, (copia duplicada colección José Doroteo Bareiro) del Archivo Nacional de Asunción, Paraguay.
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El 20 de agosto, desde Tranqueras de San Miguel, Don José dispuesto a claudicar en sus empeños, envía una carta dirigida al Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, en la cual le solicitaba al país hermano el derecho de asilo político.
Con respecto a la carta, es dificil precisar que esta fecha 20 de agosto sea la que envio a carta y desde Tranqueras de san Miguel.. (ituzaingo-ayolas) si bien la region proxima a la zona era llamada San Miguel, ahora, el 15 de agosto se encontraba en Asuncion del Cambai (cerca de Monte Caseros, Ctes. Arg.) y el dia 5 cruzo.. si bien hay textos como el de Parish Robertson en donde manifiesta que con sus equinos podian recorrer 125 km en una noche... es dificil, hoy en dìa contamos con documentacion que muestran a Morenos de su guardia integrandose en Santo Tome, significa que tomo la ruta de Abucu, la de Yapeyuy, bordeando el Rio Uruguay no el Ybera,(en donde estaba Ramirez..) esa distancia actual es de casi 500 km hasta el cerro Santa Ana (campamento), desde Tranquera a Candelaria Santa Ana es de 140 km.. sumados a los otros casi 500... lo mas probable es que llegara el 28- 29 y un equipo de postas y chasques de Francia en 6 dias viajaran a Asuncion y regresaran para el dia 4, ya que e oficial que atraveso el Parana el dia 5..., entro en Asuncion eldia 14-5 a la noche, un mes despues de la batalla del A.Cambay, obviamente la fecha, nunca apareció hasta el momento, solo textos referentes de la época y un ejemplo de la misma llega de parte de Roa bastos el cual comparto en este post.
Su intención era ingresar al Paraguay bajo las condiciones que se le impusieran, de no accederse en esa solicitud, ingresaría, se internaría en las selvas paraguayas y allí viviría en estado de soledad con los recursos que le diera la naturaleza.
La respuesta a esta, ansiada contestación…, se hizo esperar hasta principios de setiembre en la cual se autorizaba el ingreso al País… El día 5 como sabemos bajo del Cerro Santa Ana, actual Misiones y atravesó por el paso de Candelaria a Campichuelo, departamento de Itapùa. ¿Buscaría allí nuevos recursos para su causa perdida? Una vez logrado esto, ¿volvería al suelo natal? ¿Qué ideas cruzaban por la mente del Protector de los Pueblos Libres?
En la orilla opuesta les esperaba el Gobernador Militar del lugar con numerosa escolta a quien Don José entrego su espada, un bastón que portaba, mas otra misiva dirigida al Supremo Dictador.
Entre las condiciones exigidas, para su asilo estaban: la dispersión y el desarme de sus acompañantes, lo que se cumplió y los que una vez internados en la selva fueron disgregados por diversos parajes.
Hay relatos sin pruebas concretas que nos cuentan que muchos de ellos fueron fusilados sin previo juicio, esta tesis no tiene fundamentos ya que otros hechos hacen dudar de esas ejecuciones, por ejemplo sabemos según libros de caja que se les entrego a la gente ponchos etc.
Texto de “Yo el Supremo”, novela del escritor paraguayo Augusto Roa Bastos, publicada en 1974, cuando Roa todavía vivía exiliado en Buenos Aires.
Cuando a su vez fue traicionado por su lugarteniente Ramírez que se alzó con su tropa y su dinero, perdida hasta la ropa, Artigas vino a refugiarse en el Paraguay. Mi alternativo extorsionado mi jurado enemigo, el promotor de conjuras contra mi Gobierno, se avanzó a mendigarme asilo. Yo le concedí trato humanitario. En una situación como la mía, el más magnánimo de los gobernantes no habría hecho caso de este bárbaro, que no era acreedor a la compasión sino al castigo. Yo reventé de generosidad. No solamente lo admití a él y al resto de su gente. También gasté liberalmente centenares de pesos en socorrerlo, mantenerlo, vestirlo, pues llegó desnudo, sin más vestuario ni equipo que una chaqueta colorada y una alforja vacía. Ninguno los ruines, aturdidos revoltosos que habían fundado en él las mayores esperanzas de ventajas y adelantamientos, le hizo la menor limosna. Yo le di lo que me pidió en la carta que me escribió desde la Tranquera de San Miguel, dentro ya de nuestras fronteras.
La carta de Artigas era sincera.1
No mentía en cuanto a su guerra contra españoles, portugueses- brasileros y porteños. No dejé de tomarlo en cuenta. Si a muchos los desvíos en la defensa de una causa justa los condenan, los principios, las proyecciones de esa causa contribuyen a rescatar aunque sea parcialmente a los errados que no son cerrados en el error. Artigas, hundido en tal angustia y fatalidad, era un ejemplo escarmentativo para los ilusos, los facciosos, los depravados ambiciosos de subrayar e imponer leyes a los paraguayos, extraer sus riquezas y finalmente llevar gente esclavizada a sus empresas y servicios, para después reírse del Paraguay y mofarse orgullosamente de los paraguayos. Mandé un destacamento de 20 húsares a cargo de un oficial para recoger a Artigas. Le otorgué trato humanitario, cristiano, en el verdadero sentido de la palabra. Acto no sólo de humanidad sino aun honroso para la República conceder asilo a un jefe desgraciado que se entregaba. Le hice preparar alojamiento en el convento de la Merced y ordené que diariamente hiciese ejercícios espirituales y se confesase. Yo respeto las convicciones ajenas, y si bien es cierto que los curas sirven para poco, por lo menos que sirvan para recoger las cuitas pecaminosas de los extranjeros. Concedí pues al jefe oriental el monte que me pidió para seguir viviendo; no un monte de lauros sino un predio en los mejores terrenos del fisco en la Villa del Kuruguaty, para que levantara allí su casa y su chacra, lejos del alcance de sus enemigos. El traidor y alevoso lugarteniente de Artigas me pidió insistentemente su entrega para que respondiera en juicio público a las provincias federales sobre los cargos que justamente deben hacerle, me escribió el cínico bandolero, por suponérsele a él la causa y origen de todos los males de América del Sud. Como no contesté a ninguna de sus notas, me intimó la entrega de su ex jefe bajo amenaza de invadir el Paraguay. Que venga, dije, el Supremo Salvaje entrerriano. No alcanzó a llegar. Dejó la cabeza en la jaula que le estaba destinada.
1
"Desengañado de las defecciones e ingratitudes de que he sido víctima, le suplico siquiera un monte donde vivir Así tendré el lauro de haber sabido elegir por mi seguro asilo la mejor y más buena parte de este Continente, la Primera República del Sur el Paraguay. Idéntica ambición a la suya, Excmo. Señor; la de forjar la independencia de mi país fue la causa que me llevó a rebelarme, a sostener cruentas luchas contra el poder español; luego contra portugueses y porteños que pretendían esclavizarnos de manera aún más inicua.
Batallar sin tregua que ha insumido tantos años de penurias y sacrificios. Con todo, habría continuado defendiendo mis patrióticos propósitos si el germen de la anarquía no hubiera penetrado en la gente que obedecía mis órdenes. Me traicionaron porque no quise
vender el rico patrimonio de mis paysanos al precio de la necesidad.»
(Cartas del general Artigas a El Supremo, pidiendo asilo. Sbre. 1820.)
Texto de: El Campamento de Laurelty (1), Hèctor Francisco Decoud 1930 Mdeo.
Ocho días después del resonante triunfo que obtuvo el General Artigas (15 de junio de 1820), sobre el ejército del caudillo Ramírez, en las Gauchas, empeña un nuevo y sangriento combate contra las mismas fuerzas; pero, en esta acción, la suerte de las armas le fue adversa, siendo destrozado su ejército, del que, apenas, le restó un número escaso de hombres.
Artigas, decepcionado, huye del teatro de sus operaciones, dirigiéndose hacia el Paraguay, último refugio con que contaba, sin que por eso haya dejado de dar algunas duras lecciones a su tenaz enemigo Ramírez, que lo perseguía de cerca, tratando de tomarlo.
El coronel Cáceres, que fue soldado de Artigas en un tiempo, y más tarde brazo de Ramírez, al referirse a él, dice en sus memorias:
"Era tal el prestigio de este hombre, que, a pesar de sus continuas derrotas, en su tránsito por Corrientes y Misiones, salían los indios a pedirle la bendición y seguían con sus familias e hijos en procesión detrás de él, abandonando sus hogares.
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(1)Denominación dada al paraje, por predominar en él el árbol llamado laurel.
“En Abalos escapó Artigas con 12 hombres; cesó Ramírez de perseguirlo, porque ignoraba su dirección, y no se le creía capaz de hacer resistencia. Y a los ocho dias, supimos que había reunido más de novecientos combatientes y estaba sitiando el Cambay”
En este estado de cosas, Artigas desiste de continuar la lucha que había encabezado para conquistar la independencia de su patria, la Banda Oriental, y se dirige, con el grupo de sus fieles soldados hacia el Paraguay.
Una noche, ya en camino, reúne a sus fíeles servidores, unos doscientos hombres de caballería, lanceros todos, y, con lágrimas en los ojos, les da a conocer su determinación de ir al Paraguay, del tirano José Gaspar Rodríguez de Francia, buscando el encierro pavoroso a que éste lo había colocado a esa hermosa tierra de promisión, y que, por consiguiente, quedaban libres de tomar el camino que mejor les pareciere; que él, durante toda su vida, conservaría en su corazón el recuerdo cariñoso de todos sus fieles compañeros.
A mediados de setiembre de 1820, Artigas se presenta ante el comandante paraguayo del departamento de la Tranquera, de San Miguel (orilla izquierda del río Paraná), y le entrega su espada con una nota para el Dictador Francia, pidiéndole que se sirviera enviarle ambas, y recabar la contestación.
Artigas solicitaba del Dictador, hospitalidad, tanto para sí como para la gente que, tan voluntariamente, le había acompañado, y que muchos de ellos habían ido ya en busca de sus familias, para cruzar con ellas el río Paraná y radicarse en el Paraguay.
A este respecto se sabe lo que aparece en la comunicación del dictador Francia, dirigida ni comandante del Fuerte Borbón, Velazco, de fecha 12 de mayo de 1821, como también por la sentencia dictada contra el ya finado coronel Cabañas, cuyos textos se transcriben a continuación:
“Lo que pasaba, en cuanto a Artigas, contesta Francia a Velazco, es que, en su último combate con los portugueses, en Tacuarembó, quedó muy derrotado. Viendo esto uno de sus comandantes, el porteño Ramírez, a quien de pobre peón que era el, lo había levantado y hecho gente, y en cuyo poder había dejado aguardar más de 50,000 pesos en oro, se le alzó con sus dineros, y con ellos mismos, sublevó y aumentó algunas tropas y gente armada con que había quedado; y así derrotó también a Artigas cuando éste quiso someterlo con la poca fuerza que tenía, y lo persiguió de muerte, para quedarse él solo con sus caudales y con el mando de la otra banda. Reducido Artigas a la última fatalidad, vino como fugitivo al Paso de Itapúa, y me hizo decir que le permitiese pasar el resto de sus días en algún punto de la República, por verse perseguido aún de los suyos; y que, si no le concedía este refugio, iría a meterse en los montes.
Era un acto, no sólo de humanidad, sino aun honroso para la República, el conceder un asilo a un jefe desgraciado que se entregaba. Así, mandé un oficial con veinte húsares, para que lo trajesen, y aquí se le tuvo recluso algún tiempo en el convento do Mercedes, sin permitirle comunicación con gentes de afuera, ni haber jamás podido hablar conmigo, aunque él lo deseaba. Allí estuvo recluso, hasta que hice venir al comandante de San Isidro de Curuguaty, con quien lo hice llevar a vivir en aquella villa, donde se halla con los dos criados o sirvientes que trajo, por ser aquel lugar remoto el de menos comunicación con el resto de la República. Allá le hago dar una asistencia regular, como aquí se hizo, porque él vino destituido de todo auxilio.
“Los portugueses, sin duda, se habrán alegrado de la ruina de Artigas. Ellos han tenido también sus inteligencias y comunicaciones con el bandido Ramírez, quien, tal vez, los
habrá metido en aprehensiones por haberse Artigas refugiado en el Paraguay; pero, el hecho de aquel pérfido, es manifestante infame y lo reprobara todo el mundo imparcial.
Se podría preguntar a los portugueses si agradaría a un general portugués el que en algún suceso adverso que tuviese en la guerra, se le alzase con caudales, tropas y armas,
alguno de sus oficiales subalternos, y, apoderándose de su mando, tirase a perseguirlo de muerte para que no pudiese hablar. Al Craveiro que le dijo a usted que Artigas estaba
aquí, bien guardadito, le hubiese usted contestado que Bonaparte, que fue emperador de los franceses, estaba igualmente bien guardadito en poder de los ingleses, donde se
refugió en su última desgracia; y, aunque estaba en guerra con ellos y fueron los ingleses sus mayores enemigos, lo recibieron y lo mantienen hasta ahora asistido generosamente en la isla de Santa Elena”. (Napoleòn falleció justamente 7 dìas antes, el 5 de mayo de 1821)
Proceso Cabañas
“Asunción y Agosto tres de mil ochocientos treinta y tres.
“Resultando que Manuel Atanasio Cabañas, muerto sin herederos, ha sido un traidor a la Patria y al Gobierno, por haber mantenido correspondencia con el malvado caudillo de bandidos y perturbador de la pública tranquilidad, José Artigas, y haberse encargado de reunir y aprontarle gente de auxilio para cuando viniese, según sus ridículos ofrecimientos, a tomar la República, llevarse la cabeza del Dictador, y ponerle a él y a otros en el gobierno; cuya nueva infamia y ruindad cometió el citado Cabañas, después que no quiso tomar parte alguna en la revolución que aquí se hizo para extinguir el mando de España, cuando avisado del cuartel en que se habían reunido los patricios para que viniese a incorporarse con ellos, no sólo se enfadó con el portador del recado, sino que, con descarada vileza, respondió que vendría en siendo llamado por el Gobernador, que era el europeo Velazco; no obstante lo cual, el presente gobierno, por exceso de bondad, le dio los despachos de coronel aun sin merito, sin servicio mi suficiencia, comprobándose con tan infames procedimientos, que era un verdadero enemigo de la Patria y que, resuelto a auxiliar el Caporal de ladrones y salteadores, Artigas, estaba dispuesto a quedarle vilmente subordinado y tenerle sometida la República, cómo era consiguiente, a fin de que después no le despojase de su
soñado gobierno, en que él y otros atolondrados, con quien igualmente estaba en correspondencia, como también consta de autos, creían en su delirio y necedad que pondría a unos y engrandecería a otros, sin reflexionar, por su inepcia, que lo que intentaba era ver si, al abrigo de algunos simples infatuados y embaucados con el aliciente y engaños de varias y disparatadas ofertas, lograba introducir, sin peligro, al
Paraguay, sus cuadrillas de miserables bandoleros y facinerosos, a robar y saquear cuanto pudiesen para remediar sus miserias, su pobreza y sus extremas necesidades como hacían en otras partes, viniendo últimamente, después de tanto ruido, alboroto y afectada valentía o fanfarronada, cuando se vió arruinado y perseguido de muerte, aun de los suyos, por consecuencia y efecto natural de sus desórdenes, locuras y desatinados procedimientos, a implorar la clemencia y amparo del mismo Dictador, cuya cabeza había ofrecido llevar, el cual, reventando de generosidad, sin embargo de que el alevoso y bárbaro malevo no era acreedor a la compasión, no solamente le admitió, sino que ha gastado liberalmente centenares de pesos en socorrerlo, mantenerlo y vestirlo, habiendo
venido desnudo, sin más vestuario ni equipaje que una chaqueta colorada y una alforja, sin que los ruines, aturdidos y revoltosos que fundaban en él las mayores esperanza de gobierno, ventajas adelantamientos, le hubiesen hecho la menor limosna o socorrido en agradecimiento de sus grandiosos o graciosos ofrecimientos, viéndolo en tal angustia y fatalidad que acaso la Providencia ha permitido para que los ilusos o deslumbrados, los facciosos, los depravados encubiertos y los deseosos de trastornos políticos, abran los ojos y entiendan que las gentes de otros países, envidiando y odiando al Paraguay por no haberse sometido a sus ideas de logro, predominio y conveniencia, lo que desean y buscan es la ocasión de entrar a apoderarse del Estado engañando a los incautos y simples, subyugar e imponer leyes a los paraguayos, extraer y sacar riquezas, caudales y la plata, que sólo aquí corre todavía, y, finalmente, llevar gente para sus empresas y servicios, para después reírse del Paraguay y mofar orgullosamente a las paraguayas.
“En virtud de todo, se declaran confiscados y aplicados a gastos públicos y servicio del Estado, todos los bienes que aparecieran corresponder al citado Manuel Cabañas, o ser
de su pertenencia en su fallecimiento; y a ese efecto, se ex pedirán las providencias convenientes, rompiéndose, igualmente, el insinuado título de coronel, de que se ha mostrado indigno y sin honor para obtener semejante grado, cuya denominación tampoco se le ha de poder dar en lo sucesivo.
FRANCIA.
POLICARPO PATIÑO,
Actuario del Superior Gobierno.”__
La Epopeya de Artigas,- Zorrilla
Investigación:
Roberto Schiappapietra
Fuentes en:
https://www.facebook.com/LaHuelladeArtigas?locale=es_LA
https://lahuelladejoseartigas.blogspot.com/
https://www.youtube.com/channel/UCGpPs3GziwYIojkvRQ0EbmQ
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