Fuente:
http://jorgepelfort.blogspot.com/1986/09/la-profecia-de-artigas.html
"Si la acción general se pierde, si
éste grande, si éste único esfuerzo de los americanos no tiene otro objeto que
verter su sangre y hacer con sus cadáveres un monumento a la gloria de los
tiranos, ¿de qué servirá a la Provincia del Paraguay haberse mantenido a la
defensiva? El gemido y el llanto llenarán toda la América y su inundación
llegará precisamente a ese territorio, el estruendo de las cadenas volverá a
resonar en todas partes y ese sabio Gobierno se verá en la precisión de
sentirlo en torno a sí sin poderlo remediar ya".
(Artigas
a la Junta de Gobierno del Paraguay, el 3 de abril de 1812, proponiéndole una
alianza, que será rechazada, para defenderse de la prepotencia del Directorio
unitario porteño).
Colecciòn Artigas tomo 8 pag 117 digital AQUI.
Visualizar tomo completo debajo
El cumplimiento de la profecía comienza a
vislumbrarse medio siglo después. El 26 de diciembre de 1862 en el diario
"El Nacional" de Buenos Aires, ya se leen párrafos como éste:
"tenemos
la obligación de ayudar al Paraguay, obligando a sus mandatarios a entrar en la
senda de la civilización". Lo
firma Domingo Faustino Sarmiento.
Son los mismos enemigos y detractores de
Artigas, los que obligaron su exilio en la generosa tierra paraguaya. Aún más
generosa desde que don Carlos Antonio López fue proclamado primer presidente, y
lo llevó a vivir a su lado.
Sí, son sus mismos enemigos: la monarquía lusitana aliada al partido Unitario
porteño. El mismo que, tras la imposición de la Constitución federal argentina
de 1853 (de hondas raíces artiguistas), debió renunciar a su denominación de
"unitario". Y está satisfaciendo ansiosa revancha bajo su flamante
título de "Partido Liberal". Cambio de collar pero no de colmillos. Y
con su vieja pasión por "civilizar". Ayer a la Banda Oriental, a
Santa Fe, a La Rioja. Ahora toca el turno a Paraguay.
Civilizar al Paraguay que es la nación más alfabetizada de América del Sur, con
más de 4000 escuelas públicas y 24.000 alumnos que recibían gratuitamente los
textos impresos en el país y donde todo sargento debía oficiar de maestro de
primeras letras en los cuarteles. Donde se cultivaban el algodón y el tabaco
originarios de Virginia, la vid de Normandía, la caña de azúcar de Java. Único
país sudamericano que conoce el telégrafo, los ferrocarriles, los altos hornos,
los astilleros. De éstos han salido nueve de los doce barcos que hacen la
carrera Asunción - Buenos Aires, otros llegan a Europa. Y algo insólito para
los imperialistas, intolerable: única
nación latinoamericana que no tiene deuda externa, sus exportaciones duplican
las importaciones.
Que prospera en paz desde 1811 (cuando
derrotara al cuantioso ejército que enviara el Directorio porteño), bajo un
paternalismo socioeconómico que vino a calzar justamente en el súbito vacío que
dejara la civilización jesuita.
Que ha tenido fortuna de ser gobernada por
dos sabios y honestos administradores: el misógino José Gaspar Rodríguez de
Francia y, a su muerte, don Carlos Antonio López. Francia, vocal de la Junta de
Gobierno cuando la premonitoria advertencia artiguista de 1812, continuará
ignorándola luego como gobernante absoluto, confiado en su espléndido
aislacionismo. López, un par de veces intenta salir de él. Pero ambas
constituyeron fatídicas decisiones. En 1845 envía tropas a Corrientes, al mando
de su primogénito Francisco Solano, a luchar junto al ejército unitario de Paz
contra Rosas. Y en 1859 volverá a enviarlo, ésta vez como mediador, salvando a
los unitarios-liberales de Mitre de los federales de Urquiza tras la batalla de
Cepeda.
LA VACA EMPANTANADA.- Trágico
error ayudar a los enemigos de Artigas. El agradecimiento de éstos será el de
la vaca empantanada: topar a quien la desatascó. Al apadrinar el pacto de San
José de Flores ha decretado el joven López la ruina de su patria y la suya
propia. Ni bien sale de Buenos Aires, su barco, el "Tacuarí", es cañoneado
por buques ingleses, clara señal de que éstos no están dispuestos a seguir
tolerando su exclusión de la economía paraguaya. Y comienzan a accionar los
hilos de sus marionetas sudamericanas. Mitre, se hará el distraído ante la
protesta paraguaya por el atropello perpetrado en aguas argentinas.
Es que en la banda izquierda del Plata no
gobierna ya aquel militar gaucho de Purificación que, tras instruir al
Comandante de la flota británica acerca de las condiciones necesarias para
entablar relaciones comerciales, concluía: "Si
no le acomoda, haga V.E. retirar sus buques de estas costas que yo abriré el
comercio con quien más nos convenga".
Tampoco en la margen derecha manda el pulido gaucho de ojos azules que sometía
a varios días de amansadora al ministro Southern que le solicitaba audiencia,
despertando las horrorizadas iras de Sarmiento en "La Crónica" de
Chile:
"Rosas... no quiere recibir al ministro inglés y pide satisfacción por
todo. ¿Es un animal? ¿Es un salvaje? Escoja usted" Un
gobernante criollo pidiendo satisfacciones a personaje tal... ¡qué audacia!
Sí, no cabía duda: las naciones del Plata habían entrado por la senda de la
"civilización".
Y el 18 de junio de 1864 en Puntas
del arroyo Rosario, Colonia,
entre el canciller mitrista Elizalde, el plenipotenciario brasileño Saraiva y
Venancio Flores, el ministro de Su Majestad Edward Thornton será padrino de
bautismo de una horrenda criatura: la Triple Alianza.
PAYSANDÚ: PRÓLOGO INFAME.- En
1862 muere don Carlos A. López, es designado en su remplazo su primogénito
Francisco Solano. Tiene 26 años, vasta cultura, probada energía y profundo amor
a su patria. Su clara inteligencia le permite vislumbrar el peligro que
acecha a su país por el error de su cerrado aislamiento. Comprende por
fin la prédica tenaz del presidente blanco Bernardo Berro, la misma que medio
siglo antes Artigas proponía en vano a la Junta del Paraguay: una sólida
amistad capaz de mantener a raya a unitarios y lusitanos... los que derrocaron
a Artigas, los que derrocaron a Rosas, los que tienen asfixiado al gobierno de
Aguirre, sucesor de Berro. Y Francisco Solano decide intervenir con sus tropas
para salvar a la sitiada Paysandú. Pero el gobernador entrerriano Urquiza,
quien prometiera franquearle el paso a través del litoral argentino, así como
también acudir en apoyo de los sitiados, traiciona ambas promesas. Es que no
quiere estropear un inesperado, fabuloso negocio: las tropas brasileñas que
sitian la ciudad están mal montadas y el general Manoel Osorio ofrece comprarle
30.000 caballos al tentador precios de treces patacones por cabeza. Comenta un
historiador brasileño: "Urquiza,
embora inmensamente rico, tinha pela fortuna amor inmoderado. O general Osorio
conhecía-le o fraco e deliverou servir déle".
López, frustrada así de raíz su
estrategia, pero determinado a salvar Paysandú, decide abrirse paso por
territorio brasileño, para lo cual no estaba preparado. El comandante paraguayo
Estigarribia ocupa Uruguaya, pero queda sitiado allí por fuerzas muy
superiores.
Los 390.000 patacones engullidos por
Urquiza han tenido por resultado dejar el ejército entrerriano de a pie, es
decir a merced de Buenos Aires. Y en vez de pronunciarse contra Mitre, como
prometiera a las provincias que lideraba y al propio López, Urquiza se le
somete mansamente en medio de la airada protesta de los federales. Es que el
voluble caudillo está recibiendo extrañas visitas en su palacio "San
José" y, sin duda, ya olfatea otro importantísimo negocio: el monopolio
del abastecimiento de carne (de sus inmensas, innúmeras estancias) a los
ejércitos de la Triple Alianza en ciernes. Su propio hijo Waldino, disgustado
con la política paterna cruzará el Uruguay y combatirá junto a los blancos. Con
él, también el coronel Telmo López, hijo de Estanislao, el caudillo santafecino
de la Liga Federal artiguista. Será seriamente herido en la defensa, Rafael
Hernández, hermano del futuro autor de "Martín Fierro", José. Este,
impedido de cruzar el río para combatir por sus ideas, desde las columnas de
"El Argentino" arroja al rostro de Urquiza un tremendo presagio que,
siete años después, se cumplirá con cruda precisión: "Allí
en 'San José', en medio de los halagos de su familia, su sangre ha de enrojecer
los salones tan frecuentados por el Partido Unitario! ¡En guardia, general
Urquiza, el puñal está levantado!"
Y será en el palacio "San José". Y en medio de sus hijas. Y el puñal
lo blandió Nicomedes Coronel, integrante de las fuerzas revolucionarias
federales del caudillo entrerriano Ricardo López Jordán.
EL SECRETO ESCANDALOSO.- Ante
la caída de Paysandú, la prensa federal (provinciana o porteña) fustiga
duramente por la pluma de Guido Spano, Navarro Viola, Olegario Andrade, José
Hernández, la complicidad mitrista y la traición de Urquiza. Y previene acerca
de la posible alianza con Brasil contra Paraguay, ya sospechada a pesar del
"secreto" del pacto de Rosario. Porque era evidente que la alta
dirigencia del unitarismo porteño daba pie a la desconfianza.
Protesta López ante Buenos Aires por
permitir el tránsito y abastecimiento de la escuadra brasileña por el Paraná
rumbo a Asunción, mientras niega el paso de las fuerzas pararaguayas por el
litoral correntino hacia Paysandú. Declara entonces la guerra a la Argentina e
invade Corrientes, cuyo pueblo lo recibe como un aliado. Allí se incauta de
correspondencia dirigida al gobernador correntino Lagraña por parte del
canciller Elizalde, que evidencia la complicidad mitrista con los brasileños. Y
captura dos barquichuelos que motivan estos eufóricos y significativos párrafos
de Elizalde a Mitre: "Doy a usted la
mejor noticia de Pascuas que podía esperar: López pisó la celada, nos llevó los
vapores de Corrientes. Nada de reclamaciones. Tendremos guerra. Cambiamos dos
cascos viejos por medio Paraguay. La bofetada que esperaba Rawson (Ministro de
Guerra porteño) ya está dada. El oro del Brasil derramaráse a raudales por
nuestro territorio". Todo un libro no definiría mejor que
estos pocos renglones la catadura moral del gobierno mitrista.
El 1º de mayo de 1865 en "sesión secreta" se dan los últimos toques
en Buenos Aires al Tratado de la Triple
Alianza,
nacido casi un año antes en nuestro país. Mitre informa (de inmediato, por
supuesto) al Ministro Thornton; el canciller uruguayo De Castro se apresura a
hacer lo propio con William Lettson, ministro de Su Majestad en Montevideo.
Ambos titiriteros platenses lo comunican casi simultáneamente a Londres, donde
el Primer Ministro Russell lo divulga y es debatido en la Cámara de los
Comunes, ¡¡con detalles de los territorios a arrebatarle al Paraguay!! Los
diarios de todo el mundo lo publican. Esto indigna a los brasileros, que exigen
a Russell la cabeza del "chismoso". Impelido a quemar a uno, el
Premier prefiere obviamente salvar a Mitre y echa el fardo a De Castro.
Obligado a renunciar, éste incurre en la increíble candidez de sugerirle lo
propio a Russell, "como gesto de solidaridad" ¡entre pares!. El
británico ni se molestó en contestar. Pero imaginamos su socarrona sonrisa...
LA BALANDRONADA DE MITRE.- Ávido
de poder y gloria, Mitre, con su fastuosa imaginación, quiso dejar sentada una
rimbombante jactancia para la posteridad: "En
veinticuatro horas en los cuarteles, en quince días en Corrientes, entres meses
en Asunción". Tres
soberanas pifias. Olvidó que para tales vaticinios en nada ayudan la fantasía,
la egolatría ni la soberbia. Varios meses demoraron los aliados en pisar
Corrientes, casi cuatro años en entrar en Asunción (5 de enero 1869). En cuanto
a los tres días en los cuarteles... la simpatía por causa paraguayo-oriental se
manifiesta casi unánime en las provincias y el gobierno se las ve amargas para
reclutar tropas. Deserciones y motines están a la orden del día. Los 6.000
hombres que a duras penas Urquiza reúne en Yuquerí, se desbandan al enterarse
que la cosa era contra Paraguay. El recién nominado General del Ejército de
Vanguardia, otrora poderoso caudillo de la Confederación, se queda sin gente,
que no impunemente traicionaría la causa federal. Y se dedicará al lucrativo
papel de abastecedor mientras espera el puñal vengador.
El español León de Palleja, coronel del ejército florista, escribirá en su
conocido "Diario de
Guerra": "...considero
una guerra estúpida la que hagan entre sí Orientales y Paraguayos, naciones de
origen casi idénticas". Y
en marcha hacia el Paraguay dirá: "En
Entre Ríos desertaban los entrerrianos, en Corrientes, los correntinos... y
todos nos llevaban algunos orientales". Es
famoso el mensaje con que un gobernador acompañaba el envío del contingente de
su provincia: "Ahí van 300
voluntarios. Devuélvanme las maneas".
Oportunamente un desesperado Mitre escribirá: "Si
la mitad de Corrientes no hubiese traicionado la causa nacional, si Entrerríos
no se hubiese sublevado dos veces, si casi todos los contingentes incompletos
de las provincias no se hubiesen sublevado, si una opinión simpática al enemigo
no hubiese alentado la traición ...¿quién duda que la guerra habría terminado
ya?" Claro que sí. Pero lo
que Mitre no quería entender era que los hijos de los criollos que expulsaron a
los españoles de Argentina, Chile y Perú, no habían degenerado en cobardes, ni
traidores; simplemente comprendían que aquella guerra particular del Presidente
y su círculo, no era una guerra de la nación argentina. Durante la misma
se contabilizaron 117 levantamientos, entre ellos las importantes revoluciones
del catamarqueño Felipe Varela.
La profecía de Artigas está cumpliéndose inexorablemente. Es que a los enemigos
comunes hay que enfrentarlos en común. Frente a ellos, su intuición y
experiencia lo decían, inútil ejercer la más leal conducta, inútil pretender
aislarse y, menos aún, intentar el apaciguamiento en base a concesiones que
jamás bastarán. Lo experimentaron también Oribe y Berro, así como las
provincias argentinas lideradas tras su entregamiento por Urquiza, por el noble
caudillo riojano Angel Vicente Peñaloza, "El Chacho". Y ahora toca a
Francisco Solano afrontar la tremenda premonición que más de medio siglo atrás
enunciara el gran iluminado: "Si
la acción general se pierde, si éste grande, si éste único esfuerzo de los
americanos no tiene otro objeto que verter su sangre y hacer con sus cadáveres
un monumento a la gloria de los tiranos, ¿de qué servirá a la Provincia del
Paraguay haberse mantenido a la defensiva? El gemido y el llanto llenarán toda
la América y su inundación llegará precisamente a ese territorio, el estruendo
de las cadenas volverá a resonar en todas partes y ese sabio Gobierno se verá
en la precisión de sentirlo en torno a sí sin poderlo remediar ya".
UNA MEDIDA ANTIINFLACIONARIA.- Pero
hay algo que Artigas jamás pudo imaginar: entre los verdugos del Paraguay se
contará un gobernante oriental. Venancio Flores es hábil y valiente guerrero.
Gracias a él (y a la venalidad de Urquiza) Mitre conquistó el poder. Y el
caudillo oriental se alió a los eternos enemigos de su patria a la espera de la
recíproca. Mitre y Tamandaré, auténticos herederos de Pueyrredón y Lecor, lo
sentarán en nuestro gobierno. La probada capacidad guerrera de Flores conlleva
lamentable contrapartida: es despiadado con el vencido. Cañada de Gómez, en
Santa Fe, y Florida y Paysandú en nuestro país, son terribles jalones de su
paso.
También en Paraguay dejará sangriento ejemplo de esa fiereza: al frente de
10.500 hombres derrota a 3.000 paraguayos en Yatay. Un corresponsal del
"Evening Star" de Londres (y no olvidemos de qué lado jugaba
Inglaterra) narra así el epílogo de la batalla: "Yatay
entraña un sentimiento de horror para todos los que vieron el campo de batalla.
Mil cuatrocientos paraguayos yacían en tierra, la mayor parte de ellos
apretándose con las manos las gargantas degolladas. Es que fueron hechos
prisioneros y después de desarmados los degollaron, en tanto que los más
jóvenes fueron salvados para distribuirlos como esclavos". Pues
no hemos de olvidar que una de las tres naciones que fueran a la guerra con el
altruista fin de "liberar al Paraguay de un tirano" mantenía aún en
tierra de América la democrática institución de la esclavitud... (1) .
Desde allí las fuerzas triunfadoras acuden
a reforzar el sitio de los brasileños a Uruguayana que, muerta de hambre y sin
municiones, se rinde. Sigamos con el "Diario" del coronel De
Palleja: "Cuando la
caballería riograndense vio que se trataba de rendición, avanzó las murallas en
procura de algún paraguayito que alzaban en ancas y lo llevaban a su campo. En
todos los cuerpos se recogieron paraguayos... Luego vino la noche durante la
cual y todo el día siguiente, se estuvo sacando paraguayos por todo el mundo...
El Gobernador (Flores), después de
dar y sacar para éste y para el otro, ha destinado gran parte para reforzar los
Cuerpos. Piensa, me ha dicho, mandar 600 a Montevideo para que se ocupen
libremente en las faenas de los saladeros, los que, indudablemente harían bajar
los salarios".
Libremente...mano de obra esclava serían, con
un plato de comida y un jergón donde acostarse: sin duda que se convertirían en
el elemento morigerador de salarios que nuestro gobernante esperaba. Y sobre su
forzada incorporación al ejército oriental dice Palleja: "Hasta
repugna dar armas a estos pobres hombres para que peleen contra su pabellón
nacional y claven la bayoneta en el corazón de sus hermanos".
EL PRECIO DE PASEO.- Nominado
General en Jefe por el Tratado del 1º de mayo, llega Mitre al teatro de la
guerra y Flores le cede el mando. Para los paraguayos será un alivio: Ya lo
había dicho cáusticamente Sarmiento: "la
doble profesión de Mitre tiene sus ventajas: los militares lo creen un buen
escritor y los escritores, un buen militar". Su
táctica no parece muy actualizada: es la de los emperadores persas Darío y
Jerjes, cinco siglos Antes de Cristo: enviar oleadas de hombres contra el
enemigo hasta imponerse por el número. Así, en Pehuajó hace retroceder a los
paraguayos en desmedro de la fama de Pirro: pierde el 75% de los que entraron
en combate. Su correligionario Carlos D'Amico (será gobernador de B. Aires en
1884) le acusa de haber seleccionado para enviar al sacrificio a sus enemigos
reales o potenciales, como Dardo Rocha, fundador de La Plata. Ya veremos si
existía razón para tan tremenda acusación.
En Estero Bellaco, 26 oficiales y más de 200 orientales, caen en aras del
engrandecimiento territorial de Argentina y Brasil. Dice de Palleja: "Mi
pobre batallón Florida ha sido víctima este día, más de media hora luchó solo
contra el enemigo... estos sacrificios y otros mayores hay que hacer para
llevar a término la campaña que muchos consideraron un paseo militar... Paseo,
sí, pero regado con sangre de tantos mártires de la patria".
En Tuyutí mueren 6.000 de cada lado, un de los mayores holocaustos de la
historia americana. Las cancillerías de Bolivia, Chile, Perú y Ecuador
protestan contra los aliados (9 de julio 1866) ante la revelación de que su
propósito era repartirse el Paraguay. En represalia, Brasil dará amplio apoyo a
la flota de España (en guerra contra Chile y Perú), y lo propio hará el
Gobierno uruguayo.
Boquerón será un infierno. Contra los bien atrincherados paraguayos de José Eduviges
Díaz, Mitre envía al sacrificio división tras división, entre ella la de los
orientales. Para evitar la hecatombe total, Flores desobedece las órdenes de
Mitre y ordena retirada. Cinco mil aliados murieron allí.
Curupaytí es carnicería impresionante: ¡diez mil aliados muertos, contra sólo
92 bajas guaraníes! Tuyú-Cué colma la medida, 8.000 paraguayos ponen en fuga a
50.000 aliados, capturándole todo el parque, bagajes y hasta la correspondencia
del General en Jefe. Oportunamente (para la Triple Alianza) en B. Aires fallece
Marcos Paz -que sustituía en la presidencia a Mitre- víctima de la epidemia de
cólera importada por los lisiados repatriados de la guerra (sólo en nuestro
departamento de Soriano la epidemia cobró 3.200 muertes). Los brasileños
convencen a Mitre que regrese a hacerse cargo de la Presidencia. Y queda en la
Comandancia del ejército su segundo, el Duque de Caxias.
Este tenía ya formada opinión sobre Mitre
y sus tácticas. De su profusa correspondencia con el Emperador extraemos: "Nuestros
aliados no quieren acabar la guerra porque están lucrando con ella. Mitre ha
procurado por todos los medios enredar (atrapalhar) las operaciones... cada vez
estoy más persuadido de que Mitre no quiere acabar la guerra..." Y,
por fin, la confirmación de la acusación del porteño D'Amico: "El
general Mitre está convencido que deben exterminarse los restos de las fuerzas
argentinas que aún le quedan, pues de ellos no divisa sino peligros para su
persona".
Así de sencillo y práctico. El exterminio de los provincianos era para
asegurar, como lo obtuvo, el predominio definitivo de Buenos Aires. Será sin
lugar a dudas, su más grande obra. Digno medio para tal fin.
CAXIAS ELUCUBRA.- Caxias,
el nuevo Comandante, es hombre decidido y conoce bien el terreno que pisa.
Desde el fatídico Tuyú-Cué informa a su -emperador (18.IX.67): "...los
soldados paraguayos son caracterizados de una bravura, de un arrojo, de una
intrepidez y de una valentía que raya a ferocidad, sin ejemplo en la historia
del mundo. Su disciplina proverbial de morir antes de rendirse y caer
prisioneros, viene a formar un conjunto extraordinario, invencible,
sobrehumano. López tiene el don de magnetizar a sus soldados, infundiéndole un
espíritu que no puede apreciarse bastantemente con la palabra... Vuestra
Majestad tuvo a bien encargarme el empleo de oro (siempre
tan eficaz con Urquiza, recordamos nosotros), pero
el oro es material inerte contra el fanatismo de los paraguayos, desde que
están bajo la fascinadora mirada y el espíritu magnetizador de López". Y
tras el sincero y generoso reconocimiento, aflora nuevamente el espíritu de la
Triple Alianza: "¿Cuánto tiempo,
cuántos hombres, elementos y recursos necesitaremos para terminar la guerra, es
decir par convertir en humo y polvo toda la nación paraguaya, para matar hasta
el feto en el vientre de la mujer?...".
También Flores volverá al gobierno de su país, hastiado de esa guerra de
compromiso ("una guerra de bosta" la define Alberdi), en la que debe
soportar desaires de sus aliados que lo consideran, no sin razón, un segundón.
Nuestro Primer Mandatario escribe a su esposa: "No
es para mi genio lo que aquí pasa...en estos días ha querido (Mitre) hasta
ordenarme el modo de vestirme... Me dí vuelta y lo dejé". Deja
en su lugar al general Enrique Castro a quien, obviamente, no podía irle mejor.
Entabladas negociaciones de paz, luego frustradas, sus aliados ni se molestan
en informarle. ¡Lo enterará el indignado Flores desde Montevideo! Es que la
Triple Alianza para pelear, era sólo Doble para opinar...
El 19 de febrero de 1868, la escuadra brasileña consigue forzar el paso de
Humaitá, anticipando la caída de Asunción. En esa misma fecha estalla en
Montevideo una revolución acaudillada por el ex presidente Berro, al grito de "Viva
la libertad oriental y del Paraguay".
El presidente Flores y el propio Berro
serán asesinados ese día. El primero por gente que respondía a su
correligionario el general Gregorio (Goyo) Suárez, a quien Flores mantenía bajo
vigilancia por saberlo culpable de trabajos subversivos.
Berro, asesinado horas después en una celda del Cabildo por floristas -entre
ellos Segundo Flores, hijo de Venancio - quienes sinceramente creyeron la
difundida versión "goyista" de la culpabilidad de Berro en el asesinato
del caudillo. Sobre un carro de basura fue paseado el cadáver desnudo del ex
presidente, antes de ser arrojado a una fosa común. Esgrimiendo la
"memoria" de Flores, Suárez, al mando de la situación, desató la más
feroz matanza en todo el país, superando largamente las de Quinteros y de
Paysandú.
El general Batlle, que inesperadamente relega a Suárez de la Presidencia,
intenta el retorno del diezmado contingente oriental, pretextando precisamente
su escaso número: quedan unos 1.500 de los 5.000 iniciales. ¡Qué esperanza! Que
mientras queden orientales vivos se considera insaldada la deuda de Paysandú.
Volverán 250.
Nunca sabremos la cantidad de compatriotas muertos a consecuencia de la guerra,
tanto en Paraguay como en nuestro país, pues si el contingente inicial fue de
cinco mil, otros envíos fueron constantes durante todo el conflicto. Los
heridos graves y lisiados eran retornados al país, y con ellos importábamos el
cólera, la fiebre amarilla, el dengue, la malaria, etc. Estas pestes eran
difundidas también por las tropas brasileras en su constante tránsito de ida y
vuelta de San Pablo. Montevideo-Asunción, con un par de días de
reabastecimiento en nuestra capital, para alegría del comercio y los lupanares
montevideanos, inmejorables focos de difusión de las consabidas pestes
mencionadas.
Si en nuestra apartada Mercedes - según el historiador W. Lockhart "...en
un mes fallecieron 1.200 coléricos, la cuarta parte de la población". (Rev.
Hist. de Soriano Nº 4, ps. 33/34)-, ¡qué
esfuerzos no habrá hecho nuestras autoridades y nuestros historiadores par que
no trascendiera la cifra de muertos en nuestra capital!
Para realización del sueño mitrista, van
quedando también pocos argentinos. El peso de la guerra lo lleva Brasil, que
dispone aún de un inmenso manantial humano: todos los esclavos varones aptos
del inmenso imperio. Son los terribles cambá,
que en esa su pretendida "libertad", descargan sobre el enemigo todo
el odio cosechado en el infierno de su vida. Y que, a su vez, son sustituídos
por los prisioneros paraguayos en algodonales, cafetales, cañaverales y
"fazendas".
EL GENOCIDIO.- Dos años y medio más demoraría
en fructificar el plan "civilizador" tan bien esbozado en la carta de
Caxias. De 1.500.000 paraguayos al comienzo de la guerra, murieron 1.250.000,
es decir, 5/6 de sus habitantes... "monumento de cadáveres"
del presagio artiguista. Todo para que, de acuerdo con la pomposa
grandilocuencia de Mitre, "... cuando nuestro guerreros vuelvan de su
gloriosa campaña a recibir la merecida ovación que el pueblo les consagre,
podrá el comercio ver inscripto en sus bandera los grandes principios que los
apóstoles del librecambio (los ingleses) han
proclamado para mayor gloria y felicidad de los hombres". Comenta
el historiador José María Rosa: "Habíamos
contribuido a aniquilar a un pueblo hermano, para enseñarle las ventajas que en
economía tiene el librecambio... para quitarle lo que ganaba una tejedora de
naduty y dárselo a las hilanderías de Manchester o Birmingham".
Claro que, cuando en áspera polémica periodística se defienda Mitre de muy
duras acusaciones de Juan Carlos Gómez, aflorarán inesperadamente (La Nación,
1.XII.69) otras hasta entonces inconfesas razones: "Los
soldados aliados y muy particularmente los argentinos, no han ido al Paraguay a
derribar una tiranía....Han ido... a reconquistar sus fronteras de hecho y de
derecho, y lo mismo habríamos ido si, en vez de un gobierno despótico y
tiránico, hubiéramos sido insultados por un gobierno más liberal y
civilizado". ¡Al
suelo también, como Caxias, con la grotesca máscara liberal y civilizadora!
Pobres los uruguayos que creyeron morir en aras de ciertos ideales...
A Mitre, el militar, sucede en la presidencia Sarmiento, el maestro, aquel que
ya en la prensa de 1862 predicaba la necesidad de "civilizar" al
Paraguay. ¿Cómo entiende el nuevo líder unitario-liberal la actual situación?
Bastan un par de párrafos de una carta que envía a la educacionista
norteamericana María Mann: "Es
providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní. Era
preciso purgar a la Tierra de toda esa excrecencia humana". Como
lenguaje de docente, muy claro en sus definiciones...
Designa Canciller a Mariano Varela quien, en las postrimerías del conflicto
aventurará una al parecer generosa doctrina: "La
victoria no da derechos". Mitre
sale a la prensa atacando "...es
máxima vacía de sentido, sin aplicación al caso, contraria a los intereses
permanentes de la nacionalidad". El
presidente concuerda, y el novel Canciller se ve obligado a renunciar.
Paradojalmente la mayoría de los historiadores oficialistas argentinos
adjudicará la famosa frase a Sarmiento, y como ejemplo de su grandeza y
desinterés pasará a la Historia. Así como la paraguaya provincia de Formosa a
la Argentina. Y 47.000 quilómetros cuadrados del oriente paraguayo al
Brasil.
Según me refirió Pivel, la
"generosa" condonación de la arbitraria deuda de guerra paraguaya y
la devolución de los trofeos de guerra por parte de nuestro país, lo fue
-obviamente en secreto- a cambio de grandes extensiones de campos paraguayos
para nuestro embajador en Asunción y gestor del gran negociado, el abogado
español (fugitivo de España y Brasil), Matías Alonso y Criado.
En orden decreciente -por estar más alejados de la piñata- apañaron también lo
suyo el Canciller Carlos de Castro y nuestro presidente Tte. Gral. Máximo
Santos. En compensación, una calle asunceña honra este nombre por aquel
"solidario gesto americanista."
José Claudio Williman en su "Santos" (P.90) levanta una puntita de la
manta.
EL FINAL.- Francisco Solano se sabe
derrotado pero ha jurado morir con su patria. Tiene prohibido, bajo pena de
fusilamiento, hablar siquiera de rendición. Y cuando sus propios hermanos
entran con dicho propósito en conexiones con el enemigo, los hace ejecutar.
Avanza hacia el Norte a presentar la última resistencia. Le quedan apenas 409
hombres, muchos de ellos mujeres y niños, pero el término es exacto, pues como
hombres pelean con lo que tengan a mano. Será la última batalla: Cerro Corá.
Los pocos cañoncitos se cargan con piedras y botellas rotas. La caballería
paraguaya carga al trote porque sus escuálidos jamelgos ya no dan más. Y son
diezmados por las armas de largo alcance de los brasileños quienes, por los
demás, son veinte contra uno.
López, mortalmente lanceado en el vientre por el soldado Francisco Lacerda,
famoso desde entonces por su apodo de Chico Diavo, pretende defenderse aún
desde el suelo con su espadín, mientras grita: "Muero
con mi Patria". Los generales Cámara y Silva Tabares y
el sargento mayor Cimeón de Oliveira le disparan sus armas. Médicos brasileños
le practicarán la autopsia para determinar la herida decisiva. Es que,
verdadera cacería del hombre, había un premio de 100 libras para quien le diera
muerte y varios candidatos reclamaban dicha "gloria". Pero el informe
médico no se produjo, posiblemente porque reconocer el lanzazo mortal del soldado
Lacerda podría indisponer con los más encumbrados postulantes. Y funciona la
repartija de las 100 libras. Sin duda, un López prisionero habría significado
toda una molestia ante la creciente grita internacional por el espantosos
genocidio de la "Triple Infamia", como se le llamaba.
El octogenario vicepresidente Sánchez es interceptado en su carruaje y le
ordenan entregarse. "Rendirme
...¿rendirme yo? y
descarga su bastón sobre el insolente para caer atravesado de un pistoletazo.
Otro carruaje transporta a la familia López y lleva de escolta una curiosa
figura: un niño de 15 años en uniforme de coronel. Es Panchito López, el hijo
mayor del Mariscal. Su padre le ha conferido ese grado y la responsabilidad de
velar por sus hermanos y su madre, Elisa Lynch, aquella irlandesita que
Francisco Solano conociera en París... ¡Cuán efímero fue el cargo, coronel
Panchito, pero con qué suprema dignidad lo ejerciste! Los "cambá" alcanzan
el vehículo y un oficial le intima: "Ríndete,
filho da puta". Imaginamos
la voz trémula de adolescente gritando: "Un
coronel paraguayo no se rinde".Y carga sobre el enemigo
para ser masacrado en el acto. El mayor Florencio Peixoto, que comanda la
acción, se insolenta con la madre que abraza el cadáver del hijo. Pero ella
conoce una fórmula muy eficaz entonces en estas regiones: "Cuidado,
soy inglesa". Con
lo cual contiene a ese oscuro oficial que, con los años, llegará a presidente
del Brasil. Tres estados, Río Grande, Santa Catalina y Paraná, se
levantarán un día contra su despotismo. Al frente dos orientales: Gumersindo y
Aparicio Saravia.
A través de las épocas, significativo sino de enemigos comunes. De Artigas,
federales, paraguayos y blancos...
Jorge Pelfort.